La siguiente es una historia real. Los nombres de los protagonistas y su ubicación han sido cambiados por respeto a su confidencialidad.
Martha Aranda es una abogada, madre soltera, nacida hace 38 años, en un hogar humilde en la ciudad de Ibagué.
Sus padres, ambos tolimenses, fueron criados con valores éticos sólidos, los cuales supieron transmitir a sus hijos. Por esas cosas de nuestra historia violenta, en la segunda mitad del siglo pasado se desplazaron a la ciudad de Cali, buscando refugio y nuevos horizontes para sus tres hijos, Martha la mayor de ellos.
Terminado su bachillerato en el INEM, decidió ingresar a la Universidad a cumplir su sueño: convertirse en abogada.
Con mucho esfuerzo propio y todo el apoyo de sus padres, logró terminar sus estudios de Derecho a la edad de 31 años. Mientras estudiaba y para pagar la Universidad y apoyar a sus padres para el sustento de su familia y el de su pequeño hijo Nicolás, trabajó jornadas extras en restaurantes de la ciudad de Cali ubicados en el Parque del Perro, una de las zonas gastronómicas de la ciudad. Allí conoció a Alberto Velandia, un joven ejecutivo de una reconocida entidad financiera del país, quien le tomó aprecio y se convirtió en uno de sus mejores amigos.
Terminada su carrera y con Nicolás ya en la escuela primaria, Alberto la presentó en la entidad financiera donde este trabajaba, donde luego de las pruebas de rigor y gracias a su personalidad entusiasta y emprendedora, fue contratada.
Inició en el área de atención al cliente, donde laboró por cerca de 6 años. Hace poco más de un año (a principios del 2019), fue trasladada al Área de Cobranzas. En su ejercicio profesional fue conociendo cada día más sobre el tema de los cobros jurídicos y también sobre los procesos de insolvencia.
Anteriormente no se había detenido mucho a pensar sobre todo el trasfondo que se oculta detrás de estos procesos, donde permanentemente se debe lidiar con situaciones muy dramáticas de personas comunes y corrientes, trabajadores como ella, que por alguna razón han perdido su capacidad de pago y se enfrentan ahora a la pérdida también de su capacidad de supervivencia y la pérdida de su tranquilidad.
Muchos casos en los cuales participó directa o indirectamente, por sus condiciones de injusticia, empezaron a tocar su sensibilidad y a cuestionarla seriamente. A ella como madre cabeza de familia y trabajadora le pareció que el régimen de insolvencia se presentaba como una opción digna para muchos de los deudores de su corporación, pero su posición de Abogada de la institución, la obligaba a estar del otro lado, siempre defendiendo los intereses del banco. Alberto le advirtió que algunos superiores ya comentaban su posición en favor de los deudores, sugiriéndole ser más precavida en sus comentarios pues esto le podría acarrear problemas. Martha trató de hacerlo, pero su conciencia le martillaba cada vez que conocía casos en los cuales el deudor, muchas veces por circunstancias que escapaban de su dominio, perdía lo conseguido durante toda una vida de trabajo honesto, incluida su tranquilidad. Vio como familias perdían sus bienes y se veían abocadas a situaciones dolorosas. Esta situación se le empezó a volver insostenible, pues la colocaba ante un dilema ético y de conciencia. Y sus superiores no fueron ciegos a esto, observando como ella cada vez favorecía más a los deudores. Fue despedida en noviembre del 2019.
Al principio se sintió agraviada y sorprendida. Pero al poco tiempo, y ya con calma, comprendió que eso había pasado por su propio bien. Era la oportunidad de reenfocarse profesionalmente y decidió avalarse en Conciliación e Insolvencia.
Con el sincero interés de aportar su cuota a la construcción de una sociedad más justa, se diplomó y certificó en Preparart-e.com en el mes de mayo, en medio de la pandemia mundial.
Hoy, Martha y su familia, están muy felices con el nuevo enfoque que ha dado a su carrera.
Hace muy poco hablando con ella nos comentó:
“Ahora si le encuentro un sentido humano a mi trabajo. Sé que puedo ayudar a muchas personas y me hace muy feliz hacerlo. Y económicamente, ya estoy llegando a los ingresos que tenía cuando estaba de empleada, con la gran diferencia de que soy mi propio jefe y enfoco mis conocimientos a ayudar al que verdaderamente lo necesita. Hasta ahora, uno de mis mayores logros fue el haber ayudado a una mujer como yo, madre soltera trabajadora, a bajar las cuotas de sus acreencias de tres millones y medio mensuales a un millón ciento cincuenta mil pesos, sin intereses, con lo cual el horizonte se le despejó. Y ella, agradecida por lo que logramos, ya me ha remitido dos clientes nuevos y vienen otros más. Esto me hace muy feliz porque creo en un mundo donde las relaciones sean más justas y la solidaridad y compasión no sean palabras huecas, sino llenas de sentido.”
Nota adicional: Alberto y Martha han iniciado una relación de pareja.
Redacción
Manuel Guillermo Zuluaga Castro – Oct 7 de 2020.